Autores: Valerio, León y Quiroga
Como un clavel encendido,
yo te entregué mi querer,
te di el agua de mi labios,
para que calmaras tu sed.
Te di mi lunita clara,
te di mi blanco azahar,
en monedas de cariño,
ya no pude darte más.
Y por cosas de la vida,
ahora me ves por la calle,
como a una desconocida.
¡Que se me salten los ojos,
si yo te vuelvo a mirar!
¡Que la lengua se me caiga,
si te volvirera a llamar!
¡Ojalá que tú cameles,
a quien no te quiera a ti,
y te dé a probar las hieles,
que tú me distes a mí!
Pero me queda el consuelo,
de que al llegar tu hora mala,
con un pañolito blanco,
yo te taparé la cara.
Al revolver de una esquina,
me di de cara con él,
y se me puso el semblante
más blanco que la pared.
Me hice un nudo en la garganta,
para no decirle nada,
y seguí por mi camino,
sin volver la vista atrás.
¿Qué delito he cometido,
si sólo te he camelado,
con todos mis cinco sentidos?
¡Que se me salten los ojos,
si yo te vuelvo a mirar!
¡Que la lengua se me caiga,
si te volvirera a llamar!
¡Ojalá que tú cameles,
a quien no te quiera a ti,
y te dé a probar las hieles,
que tú me distes a mí!
Pero me queda el consuelo,
de que al llegar tu hora mala,
tiene que ser mi pañuelo,
el que te tape la cara.
Con un pañolito blanco - Antoñita Colomé
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