Autores: Quintero, León y Quiroga
Más firme que una atalaya,
más pura que la azucena,
tan bonita como un ramo
de clavellinas en flor.
Venía de noche a verla
hasta el pueblo de Mairena,
un galan aceitunaó
que andaba tras de su amor.
Y en la taberna se creyó,
que era más hombre,
al calumniar de la flamenca,
su buen nombre.
Maricruz, la de Mairena,
aunque muere de pena,
os dará lo mejor de su cante,
que el pesar que la envenena,
ella entierra en la arena,
para seguir con su cante, adelante.
El tesoro de coplas que sé,
no lo pueden humillar, ni empañar,
que aún quedan mujeres,
que me vais a sentir de cantar,
y ¡alegrarse conmigo, señores,
que el agua turbia, no mancha la mar!
Lo hallaron de cara al cielo,
sin vida, una madrugada,
a la vera justamente,
del patio de Maricruz,
dijeron que fue de un duelo,
o tal vez una emboscada,
pero todo fue un misterio
que nunca salió a la luz.
Que fue un castigo de su lengua maldeciá,
es la versión que corre el pueblo noche y día.
Maricruz, la de Mairena,
aunque muere de pena,
os dará lo mejor de su cante,
que el pesar que la envenena,
ella entierra en la arena,
para seguir con su cante, adelante.
El tesoro de coplas que sé,
no lo pueden humillar, ni empañar,
que aún quedan mujeres,
que me vais a sentir de cantar,
y ¡alegrarse conmigo, señores,
que el agua turbia, no mancha la mar!
Maricruz, la de Mairena - Rocío Jurado
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